jueves, 7 de mayo de 2009

HISTORIA DE PESTALOZZI

Los acontecimientos sociales, culturales y políticos que conmovieron a la vieja Europa durante la segunda mitad del s. XVIII y las primeras décadas del XIX, configuran el ámbito histórico dentro del cual surgieron la inteligencia y la creatividad pedagógicas de Juan Enrique Pestalozzi. El ascenso del capitalismo industrial como forma predominante de la producción social, la exacerbación de los nacionalismos étnicos, históricos, religiosos, las aspiraciones libertarias del romanticismo en los campos de la vida política y cultural de los pueblos; la vertiente revolucionaria capitalizada por la burguesía que desplaza al absolutismo feudal, entre otros fenómenos, forjaron y orientaron la aventura educativa del humanista suizo alemán. El pensamiento y la entrega de Pestalozzi (1746-1827) ocupa, aún hoy en nuestros días, la atención de filósofos, psicólogos y pedagogos, con el interés que despierta una de las obras educativas más trascendentes, si se juzga a partir de la profunda influencia que legó, incluso más allá de las fronteras del s. XIX europeo, a los educadores del presente. Biógrafos, historiadores y críticos reconocen la generosidad y autenticidad de los sentimientos que guiaron las experiencias pedagógicas del discípulo de Rousseau, inscritas en un marco de profundos cambios en la sociedad y en la cultura.

Ciertamente a la luz de nuestros días, muy poco queda en pie del edificio intelectual propuesto por Pestalozzi, no así los referentes humanísticos de una pedagogía que supo aglutinar los avances del pensamiento filosófico y social en una aventura de suyo única en la historia moderna de la educación. En esa dirección, es decir, en la búsqueda de indicios teóricos y prácticos de la pedagogía actual asociados con la filantropía del educador de Zurich, se mueve el presente ensayo, Louis Meylan subraya la premisa: Si la didáctica de Pestalozzi (la forma, el número y el nombre) sólo nos ofrece hoy un interés histórico, sus ideas, sobre el fin y la obra de la educación: paradojas, humoradas, apóstrofes, efusiones, como la lava de una colada volcánica continúan incandescentes bajo una tenue capa de escorias.

Las preocupaciones básicas de las Escuelas Nuevas (el niño como protagonista de las actividades escolares, desde sus intereses y necesidades vitales hacia el desarrollo de sus potencialidades físicas, intelectuales, creativas, sobre un contexto favorable para el trabajo concebido como un medio para el logro de objetivos prácticos y en un clima de respeto a la individualidad de cada niño; el maestro como apoyo, como auxiliar en los eventos, situaciones y procesos, como animador de la voluntad del niño y promotor de conductas orientadas hacia la creación de la autodisciplina y la autonomía; la escuela como antesala de la inserción del sujeto en la vida social) poseen variantes que privilegian algunos aspectos sobre otros, en razón directa de los educadores y de las circunstancias de su surgimiento.

La cuestión se agota, desde la perspectiva del materialismo dialéctico, asociado al sujeto con su pertenencia de clase y derivar, en consecuencia, el juicio de "pedagogo de la burguesía" para alinear la realidad con la doctrina que pretende explicarla. La procedencia social de Pestalozzi es causa insuficiente para comprender el origen de los impulsos estrictamente individuales que instaron a una voluntad para abrazar la causa educativa. Intimo con la fe y de la mano con Fichte nuestro educador intuye el rumbo y va. Entre Neuhof e Iverdón median cincuenta años de búsqueda y trabajo; de experiencia y pasión. La obra literaria, recurso sempiterno para asediar desde otra dimensión el objeto de estudio permite a Pestalozzi la construcción de un discurso, en cuya trama se anudan referentes de toda clase (teóricos, artísticos, empíricos y religiosos) expuestos con la retórica de la época:
La idea de la educación elemental no es otra cosa que el resultado de los esfuerzos de la humanidad para suministrar en el curso seguido por la naturaleza en el desarrollo y la cultura de nuestras disposiciones y de nuestras facultades el apoyo que un amor ilustrado, una razón cultivada y un arte refinado, puedan dar a nuestra raza.